sábado, 8 de septiembre de 2012

La Historia de Mike: Una Cura Homeopática del Autismo



La Historia de Mike: Una Cura Homeopática del Autismo

Por Amy Lansky, Ph.D.

Amy Lansky, su esposo, Steve, y sus hijos, Izaak y Max (nacido en Julio de 1991), viven al sur de San Francisco, California. El libro de Amy, La Cura Imposible: La Promesa de la Homeopatía (Impossible Cure: The Promise of Homeophaty), detalla la recuperación de Mike del autismo.




Impossible Cure: The Promise of HomeopathyExtraído con permiso del autor de
Impossible Cure: The Promise of Homeopathy R.L. Ranch Press, 2003
Puedes comprar el libro en edición impresa o electrónica en Amazon.

Para mas información, visite el portal: www.impossiblecure.com

La Homeopatía es un sistema medicinal desarrollado por el médico Alemán Samuel Hahnemann, M.D. a principios del siglo XVIII. Debido a su éxito, rápidamente se extendió para convertirse en una de las cuatro formas más conocidas de tratamiento médico en el mundo. El sistema homeopático está basado en una simple ley terapéutica la cual determina cual es el remedio que curará a un individuo: la Ley de Similitudes. Esta ley establece que si una sustancia particular puede causar un conjunto de síntomas mentales, emocionales y físicos en una persona sana, puede entonces también curar a una persona enferma la cual experimenta tales síntomas similares; en otras palabras, “similar cura similar”. Esto es precisamente lo que la palabra homeopatía significa – similar (homeo) sufrimiento (patía).

Uno de mis primeros maestros de homeopatía me dijo que el punto de vista de las personas acerca de los poderes curativos de la homeopatía tendían a ser marcado por su primer experiencia con esta. Para algunos, es una cura para las verrugas intransigentes que repentinamente se secan y caen. Para otros, un caso de herpes, alergias, migraña, o fatiga crónica que se rinde y desaparece, cuando años de otros tratamientos no habían tenido efecto. Y también hay casos que realmente desafían una explicación: expulsión de un tumor; un hombre despierta de coma minutos después de tomar un remedio; la descarga de mercurio en la sangre menstrual de una dentista, después de años de acumulación en su cuerpo. Todos estos casos han ocurrido con la correcta prescripción homeopática.

El poder de los remedios homeopáticos ha tenido repetidamente su impacto en algún miembro de mi familia y en las de muchos de mis amigos. He visto “tics” nerviosos desaparecer de la noche a la mañana, un ataque de diarrea que había persistido por días desaparecer en minutos, una roncha de un piquete de avispa repentinamente desaparecer; y mi propia alergia de verano, después de años de creciente aumento en su severidad. Pero todos estos casos palidecen en comparación con mi primer y más grandioso milagro homeopático. Mi hijo más pequeño, Max, fue curado de una condición “incurable” – autismo. Hoy, años después, en ocasiones encuentro bastante trabajo en creerlo a mí mismo. Fuimos afortunados, usted verá. Nuestro homeópata encontró el simillimum de Max – el remedio perfecto equiparable al estado de Max – en su primer intento. En menos de una semana, su terapeuta, mi esposo, y yo atestiguamos pequeños pero aún perceptible cambios en él.

Las Señales de Aviso
Todo empezó en el verano de 1994, cuando Max tenía dos años y medio de edad. Algo no estaba bien. El no estaba hablando. A pesar de que tenia cerca de 10, quizás 20, palabras en su vocabulario, la mayoría del tiempo no parecía entender nada del lenguaje. Y se estaba poniendo peor. Al mismo tiempo, Max parecía estar a la deriva.

En su lado brillante, Max sabía todas las letras del alfabeto y los números del 1 al 10. El podía apilar bloques con sorprendente destreza y podía construir estructuras simétricas altas y perfectas. Inclusive, él sabía manipular una computadora – apuntando y presionar, arrastrar el apuntador, y ejecutar juegos. Max también mostraba algunas sorprendentes habilidades avanzadas analíticas. Por ejemplo, él podía jugar mejor que nosotros “Concentration” – un juego estilizado, consistente en aparear pares de figuras en cartones volteados en una cuadrícula de cuatro por cinco. Y definitivamente él podía oír. El disfrutaba la televisión y bailar rítmicamente con la música. De hecho, la mayoría del tiempo, Max era un alegre, sin embargo distante, infante en la casa. El usualmente tenía una sonrisa en su cara y gustaba jugar con su hermano mayor Izaak – un precoz y maduro niño de cinco años y medio.
Pero cuando nos sentábamos juntos a hablar y reír en la tarde y en los fines de semana, Max prefería estar solo por su cuenta. El se apartaba y veía la TV, jugaba en la computadora, apilaba libros, y se retraía hacia el mismo. A pesar de todo, el no nos rehusaba, el nunca rogó o pidió afecto. Por un largo tiempo pensé, “Oh, el solamente está retrasado en hablar. El es más retraído, una persona mas reservada que Izaak”. Pero era más que solamente eso.

En la escuela, los problemas empezaron a emerger. Empecé a sentir que los maestros en su jardín de niños empezaron a preocuparse. Ellos saludaban a Max cada mañana con algo de vacilación. A pesar de que él había empezado el año escolar de manera exuberante a la edad de dos años, el nunca se sentaba. Por el contrario, él confiaba solamente en su apreciada “baba” – una botella de leche o biberón – para su confort. Y a pesar de que él disfrutaba muchos de los juguetes de su salón de clases, Max nunca se relacionaba con los demás niños. El nunca era capaz de estarse quieto mientras les leían un cuento a menos que estuviera sentado en las piernas de su maestra. El era ansioso, como si tuviera un motor funcionando dentro de él. No era como la clásica hiperactividad – el no corría. El solamente no ponía atención. Era como si la historia que leía el maestro fuera en un lenguaje extranjero. Dejado actuar por su cuenta, Max solamente estaba divagando y jugaba silenciosamente con los juguetes que le interesaban en el salón de clases. El no interrumpía las clases; el no estaba realmente “ahí”. Cuando los niños estaban fuera jugando, él deambulaba en algún salón anexo. Los maestros lo encontraban absorto viendo algún animal enjaulado o un juguete.

Sabía que una de las maestras sospechaba que él era autista. Ella me dijo que Max manifestaba actividades de auto estimulo – por ejemplo, darse vuelta en círculos – y que el no tenía buen contacto visual cuando se le hablaba. Pero no quise creerlo. El tenía algo de contacto visual cuando se le hablaba. El realmente no daba vueltas en círculos en casa tampoco; él estaba generalmente feliz y contento.

Pero de manera creciente, aparecieron notables excentricidades. Una mañana mientras manejaba hacia la escuela, le pregunté, ¿Sabes hacia dónde vamos? No hubo respuesta. Max observaba hacia el espacio. En la noche, cuando intentaba leerle una historia, el no se quedaba quieto sentado. El estaba inquieto y se retorcía por toda la cama. El se paraba sobre su cabeza, con sus pies contra la pared, o tocaba cosas con sus dedos de arriba hacia abajo – como la mesa, la pared. También observé que él tenía el hábito de empujar sus dedos en el pecho de las personas o topar su cabeza en contra de ellos – no para lastimarlos, pero como algún tipo de contacto. Un año después, aprendí que estas conductas son todas típicas de un niño autista.

¿Qué hacer? Empecé a aferrarme desesperadamente a una esperanza. ¿Quizás era desorden de déficit de atención? Leí todos los libros. ¿Quizás eran los maestros? ¿Ellos realmente no lo entendían? Pero en el fondo, Max tenía serios problemas. Y parecían ponerse peor. El estaba creciendo siendo aún mas distante, mas desconectado. Para el final del año escolar, justo antes de que Max cumpliera tres años, nos llamaron del jardín de niños para tener una plática y nos aconsejaron que buscáramos ayuda médica. Un maestro nos confesó, “Max nunca será capaz de asistir a una escuela privada como a la que asiste Izaak. El necesitará siempre educación especial”.
Así que nuestra familia se embarcó en una búsqueda. Sabía que nunca se iba a poner fácil mientras Max tuviera un problema así; sabía que todas nuestras vidas serían severamente afectadas. Sentí instintivamente que el futuro entero de Max estaba de por medio y que tenía que hacer todo a mi alcance, para no dejar ninguna piedra sin ser movida, hasta encontrar la clave de su recuperación.

Mi determinación también fue incrementada por otro factor. Esta era una de mis peores pesadillas hechas realidad. Por años mi madre y yo habíamos estado profundamente afectadas por la lucha de mi hermano contra una severa enfermedad mental. Este pasado me propulsó aún con mas fuerza para encontrar una solución para el problema de Max. Lo sentí como el llamado para tomar las armas, y en retrospectiva, me sirvió a mí y a mi familia también. Sabía que no había negación o evasión del problema – no había campo a la resignación. Sabía que problemas como este no desaparecían solos; estos no pueden ser ignorados. Exploraría cada matiz de nuestra dinámica familia, cada alimento que comimos, y examinar cada aspecto de la vida de Max con un cepillo de cerdas finas, buscando por pistas. Esta resolución por mi hijo no solamente me pareció correcta. Era una madre con una misión.

La Búsqueda – Dentro y Fuera
En el verano de 1994, cuando Max había cumplido tres años, empezamos a entrar en acción. Bajo el consejo de un amigo terapeuta de lenguaje, mi esposo y yo decidimos no llevarlo a la clínica local del desarrollo infantil afiliada a la Universidad de Stanford, la cual se nos había recomendado. Nuestro amigo nos dijo que ellos solamente etiquetarían a Max y crearían en nosotros un sentimiento de falta de esperanza. A cambio, lo llevamos a una terapeuta del habla y lenguaje altamente reconocida la cual dirige una clínica en Palo Alto, Donna Dagenais. Donna era (y lo sigue siendo), la mejor terapeuta de lenguaje en nuestra área, con vasta experiencia en trabajar con niños con desórdenes de comunicación y lenguaje. Ella no etiquetó a Max – ella específicamente lo evaluó y lo puso a trabajar. Además de sus sesiones de terapia privadas, ella también lo colocó en sesiones de grupo con otros dos niños, incluyendo uno que hacía poco que había sido diagnosticado con PDD (autismo moderado). De los tres, Max era el mejor portado pero el menos verbal, y ciertamente el más “ido”.

Lo siguiente fue su alimentación. En mis lecturas acerca de ADD, había leído las recomendaciones acerca de la dieta de Feingold para mejorar los problemas de conducta de los niños [Feingold]. Uno de los más sospechosos alimentos era la leche de vaca. ¡Eso sí que hizo sonar la campana! Max era adicto a ella. El había creado un nexo “amoroso” con su biberón. Cuando él veía la TV, cuando estaba en el auto o el avión, a todas horas del día, él solicitaba su “baba”. Hubo días en los que él tomaba cerca de ocho biberones – ¡medio galón de leche! Quizás su nexo era subconscientemente relacionado al hecho que, como infante, Max había tenido cirugía por pyloric stenosis, una condición que cierra la válvula que controla el flujo del contenido del estómago hacia el intestino. El síntoma más común es el vómito violento persistente. Debido a esta condición, Max vomitaba toda la leche materna que tomó durante su primer mes de vida. Quizás, después del mes cuando no estaba recibiendo suficiente leche, Max disfrutó su leche de biberón mas que la materna.

En cualquier caso, la exigencia de Max por una gran ingestión de leche fue ciertamente algo sospechoso. Le quitamos la leche de vaca y recortamos su ingestión a una taza de leche de cabra por día. Este paso por sí solo tuvo un dramático efecto. Antes parecía que Max estaba detrás de una cortina, viviendo un mundo diferente. Ahora, el primer velo se había levantado. El finalmente empezó a hablar y a construir oraciones de dos o tres palabras. Y él era claramente una persona más lúcida, más consciente de su mundo. Su comportamiento y lenguaje no eran de ninguna manera todavía normales, pero fue un buen comienzo. Para el final del verano, también empezamos a limitar su ingestión de colorantes artificiales, otra recomendación de la dieta de Feingold.

De manera interesante, un estudio reciente ha ligado algunos casos de autismo a este tipo de reacción cerebral a la proteína de la leche. Este estudio será discutido posteriormente, así como la posibilidad de que esta reacción sea desencadenada por las vacunas infantiles. Ciertamente, la disminución de la cantidad de ingestión de leche de Max hizo un dramático cambio en él. Pero no lo curó.

En el otoño de 1994, Max continuó su terapia del habla y lenguaje con Donna y, después de algunas evaluaciones, calificó para recibir ciertos beneficios de educación especial. El hizo progresos lentos. A pesar del hecho de que podía hablar ahora, Max tenía un estilo de interacción autista. Por ejemplo, él podía solamente responder las preguntas del tipo mas literal, y solamente acerca de objetos situados enfrente de él. De tal forma, respondía la pregunta “¿De qué color es el bloque?” Pero no podía responder una pregunta abstracta como “¿Cuál es tu color favorito?” El también tenía otro síntoma autista, ecolalia, o hablar en eco. En lugar de responder la pregunta, él repetía en ocasiones solamente las últimas palabras que la persona hubiera pronunciado. Por ejemplo, si usted le dijo “Di adiós”, él respondería, “Di adiós”. En ocasiones esto era una muy buena estrategia para él: “¿Quieres salir fuera o quedarte dentro?” “Quedarte dentro”. Pero muy pronto nos dimos cuenta que el solamente estaba repitiendo nuestras palabras. Si le hacíamos la misma pregunta de una forma distinta, su pregunta hubiera cambiado: “¿Quieres quedarte dentro o salir fuera?” “Salir fuera”.

Durante el otoño de 1994, intensificamos nuestras evaluaciones de la dinámica de nuestra familia y otros factores sociales en la vida de Max. Bajo el consejo de Donna, lo llevamos a una guardería maternal orientada al juego en una escuela Montessori. El programa Montessori está estructurado y enfocado a la lectura, matemáticas, y habilidades de manipulación – cosas en las cuales Max estaba interesado. También motiva a los niños a hacer por completo su trabajo por sí solos. Esto era perfecto para Max, el cual no podía interactuar bien con otros niños pero podía trabajar bien solo. La escuela no lo veía como un niño discapacitado, sino simplemente como reservado.

En el siguiente paso, buscamos de manera mas profunda en la dinámica de nuestra familia. En esta ocasión estuvimos utilizando a una niñera de cuidados infantiles durante tres días por semana. Steve y yo trabajábamos cuatro días a la semana de tal forma que uno de nosotros podía quedarse en casa dos días a la semana. Nuestra niñera era una mujer joven un tanto distante con sus propios problemas de salud. Afortunadamente, ella dejó el área aproximadamente durante este tiempo, y fuimos capaces de encontrar una nueva niñera la cual era extremadamente dulce y amorosa. Le pedimos que se enfocara un poco más en Max, que en su hermano mayor el cual era más hablador y “conectado”. De hecho, este era uno de los desafíos que confrontamos Steve y yo también. Decidimos que teníamos que hacer el esfuerzo de concentrarnos y enfocarnos en Max. Era fácil “olvidarlo” – el siempre estaba pasando el rato por sí mismo. Así que decidimos tomar cartas en el asunto, cada quién pasando tiempo intensivo con uno u otro de los niños.
Finalmente, o quizás lo más importante, nos examinamos a nosotros mismos – nuestros sentimientos y actitudes hacia Max. Muy en el fondo, me di cuenta que yo tenía sentimientos de rechazo hacia él debido a su estado actual. Puede ser realmente difícil en aceptar genuinamente y amar a un niño con problemas tan desafiantes. Aun así ellos son los que necesitan lo mejor de nosotros. Ellos son también los que son más psicológicamente sensitivos a las actitudes y sentimientos de los padres. Yo instintivamente sabía que tenía que cultivar un estado de aceptación incondicional y amor hacia Max, y que esta aceptación era crítica para su recuperación. Aunado con esta actitud, también sabía que tenía que creer ciegamente, tener verdadera confianza, de que el se recuperaría. Steve fue un gran apoyo en ayudarme en torno a esto. De alguna manera, el siempre supo que las cosas iban a cambiar para bien.

Homeopatía
Era ahora Enero de 1995. Enredada en la cama, estaba leyendo la última edición de Mothering, una revista para padres. Incluía un artículo escrito por Judyth Reichenberg-Ullman acerca de la homeopatía para tratar problemas de conducta de los niños [Reichenberg-Ullman, 1995]. Ella aseguraba que era capaz de crear substanciales mejorías en el 70% de los casos de ADD. En ese entonces no sabía nada acerca de la homeopatía. Como la mayoría de las personas, creía que era un tipo de hierba medicinal. Ocasionalmente había tomado remedios homeopáticos para el resfriado que se podían adquirir sin receta médica, pero en realidad no sabía nada acerca de la homeopatía.

A medida que leía el artículo de Reichenberg-Ullman, estaba llena de una aumentada fascinación y entusiasmo. Nunca olvidaré el momento cuando terminé de leerlo. Una campana sonó en mi cabeza. Sabía que algo importante había sucedido. Poco sabía que nuestras vidas estaban a punto de cambiar para siempre. “¡Lee esto!”, le dije a Steve. A la siguiente mañana llamé a un acupunturista amiga mío y le pregunte dónde podía encontrar a un homeópata. Ella me recomendó a John Melnychuk, un médico homeópata nuevo en el área de Palo Alto. Rápidamente conseguimos una cita y fuimos con altas expectativas y esperanzas.

John es ahora un amigo cercano a la familia. Muchos años después, él me dijo que estuvo impactado el día en Steve, Max y yo entramos a su consultorio en Enero de 1995. Max estaba seguramente en estado autista, ¿pero qué otros síntomas tenía que tratar, además de aquellos que eran simples y comunes síntomas autistas?

Usted verá, a pesar de la naturaleza de las quejas del paciente o qué síntomas de la enfermedad pueden ayudar a seleccionar un remedio, los síntomas que son típicos signos de la enfermedad no son siempre tan útiles. En cambio, los más provechosos síntomas son aquellos que son particulares al individuo. Por ejemplo, casi todas las personas con asma tienen dificultades para respirar aunado con algo de ansiedad por tal condición. Lo que será más útil al homeópata en seleccionar un remedio, sin embargo, será lo que es inusual en el paciente y su asma. Lo más peculiar o característico de la persona, lo mas útil que será un síntoma en guiar al homeópata en seleccionar un remedio preciso individualizado. Síntomas tan peculiares como “asma, durante la luna llena” o “asma, empeora cuando escucha música” pueden ser encontrados en la literatura homeopática. Tales síntomas son usualmente asociados con solamente uno o dos remedios específicos que pueden ser verdaderamente curativos para el paciente que los experimenta. En contraste, una receta normal o de “rutina” para el asma, basado solamente en los síntomas comunes del asma, muy probablemente solamente será un paliativo a los síntomas del asma, tan igual como lo hacen los fármacos alópatas. Solamente un remedio que realmente iguale a la persona como individuo realmente lo curará.

Dado el estado joven y abstraído de Max, era bastante difícil encontrar los síntomas que eran particularmente únicos en él. Sin embargo, algunas de las cosas que resaltaban incluían: su fuerte deseo por la leche, aunado con el hecho de que agravaba su condición; su amor por el baile y la música; la tendencia de su cabeza en estar sudorosa cuando dormía; su posición preferida para dormir (sobre su espalda con sus manos sobre su cabeza); su inquietud e intensidad; un historial médico de la familia con cáncer y diabetes por el lado de Steve y con esquizofrenia en mi lado; una personalidad obstinada, perfeccionista, pero dulce a pesar de todo. Por ejemplo, durante su primer consulta, Max se puso muy enojado cuando no escribió satisfactoriamente “Mama” en un trozo de papel en la manera que él quería.

Todas las características arriba mencionadas están asociadas con el remedio que finalmente Max tomó – Carcinosin. Es un remedio relativamente inusual, pero no es extraño utilizarlo en tales casos. Por supuesto, otros remedios han sido utilizados con éxito en casos de autismo también. La clave es encontrar el remedio que mejor concuerde con el perfil de síntomas únicos en el niño.

Finalmente, lo que definió la recomendación de John para el medicamento de Max fue un síntoma particular que él encontró en el repertorio homeopático – un libro de referencia que provee un índice inverso a la materia médica. Este síntoma fue asociado con un solo remedio, el cual decía: “Talentoso, muy: Carcinosin.”Aparentemente, ¡había mencionado diez veces durante la consulta inicial que Max era muy talentoso! Quizás era una sobre orgullosa madre, en defensa de su hijo con “necesidades especiales”. Pero estaba bastante consciente de sus talentos innatos. Sus habilidades de observación y memoria de detalle visual eran (y siguen siendo), bastante extraordinarias. El podía ver la televisión e imitar matices  en varias conductas y hábitos de los personajes. El podía memorizar las rutinas y ejecutarlas para nosotros. Aun hoy en día, Max tiene una extraordinaria memoria visual en los detalles. El puede observar una caricatura y recordar, días después, cada parte de las acciones que ocurrieron. A la edad de ocho años, él vio una extraordinaria figura geométrica dentro de un cuadro en un restaurante, y recordó esta misma figura como el logotipo de otro restaurante en el cual habíamos comido en una sola ocasión anteriormente – un mes antes. En años recientes, él ha emergido como un artista talentoso, con una aptitud especial en dibujos cómicos.

Como resulto ser, Max tenía otros síntomas similares que eran también característicos del Carcinosin. Debido a que este remedio resultó ser su simillimum, me emprendí en estudiarlo más a fondo y escribir boletines acerca de su caso para la comunidad homeopática profesional [Lansky]. Introducido como un remedio a inicios del siglo veinte, Carcinosin era relativamente desconocido hasta que D.M. Foubister, M.D., un médico Británico, empezó a utilizarlo y escribió acerca de él en 1958 [Foubister]. Sus múltiples síntomas incluían algunos de los cuales Max exhibía: scleratics azulosas (por ejemplo, lo blanco en los ojos tienen color azulado); una tendencia a tener manchas café oscuras (grandes pecas); una espalda y piernas con mucho vello; un deseo por la sal, mantequilla, y alimentos picantes; perfeccionismo y orden; sobre sensibilidad a reprimendas y críticas; y un amor a los animales. Aún el comportamiento de encajar los dedos de Max, tan común en niños autistas, está descrito en el artículo acerca de Carcinosin que apareció en la edición de Julio del Boletín Homeopático Británico:
He notado que Carcinosin frecuentemente tiene raros tics; uno de mis pacientes constantemente golpea los cráneos de sus hermanos con las yemas de sus dedos; otro solía morder levemente las puntas de los dedos de otros niños, uno tras de otro…” [Hoa]
Por supuesto, mi objetivo aquí no es listar todos los síntomas de Max y Carcinosin. Es solamente para ilustrar los tipos de síntomas que juegan un rol en la prescripción homeopática. No es un formulario “toma esto para este”. Esto es lo que hace tan difícil practicarla bien.

Cambios Iniciales
Max empezó a tomar su remedio un Jueves por la mañana. John había recomendado un régimen de dosificación líquido – un enfoque un tanto leve y constante – en el cual una pequeña cantidad del remedio, diluida en agua, se administra regularmente. En el caso de Max, le dábamos una cucharada por las mañanas. Cada ocasión que le dábamos la dosis, también tratábamos inyectarle nuestro amor y buenas intenciones.

Dos días después, Steve y yo empezamos a notar cambios. Max estaba utilizando algunas frases que nunca había usado anteriormente y era un tanto más sociable. Era sutil, pero había cambiado definitivamente. También notamos que su lenguaje era un tanto más fluido. Usualmente, él hablaba en una manera un tanto “pausada”  -- como si tuviera que pensar acerca de cada palabra que decía. A medida que pasó el tiempo, encontramos notables y repentinas mejorías en el lenguaje y conciencia social y se convirtieron en las evidencias de los efectos del medicamento en Max.

El siguiente Martes, cinco días después de haber empezado el remedio, Max tuvo una sesión con su terapeuta, Donna. No le dijimos acerca del remedio, pero rápidamente notó que algo había cambiado. “¿Qué hicieron?”, ella preguntó. Uno de los ejercicios de Max era tratar de seguir una lista de instrucciones, tales como “Pon la pelota en la silla roja y tráeme el bloque verde hacia mí”. Usualmente el era capaz de seguir solamente una instrucción, raramente dos. Repentinamente el era capaz de seguir dos instrucciones consistentemente.

Y la tendencia continuó. Cada día vimos un poco mas de mejoría. A medida que el tiempo pasó y pasaron aumentos satisfactorios en  la potencia del remedio, empezamos a observar un patrón definido de respuesta. Una botella del remedio usualmente tomaba un mes en consumirse. Cuando empezábamos una botella nueva, conteniendo una potencia ligeramente mayor del remedio, Max mostraba signos mayores de hiperactividad. Estas agravantes no eran extremas, pero notorias para mí y Donna. Este período usualmente duraría de tres a cinco días. Era seguido de un aumento en su habilidad verbal, cognitiva y social – un discreto pero notable cambio para bien. En este punto, la hiperactividad habría disminuido. Max se convertía mas contenido y relajado. Esto era seguido por un período de mejoría gradual durante dos semanas. Al final del mes, a medida que nos acercábamos en terminar la botella, empezábamos a observar leves retrocesos. Dona y yo solimos llamarle a esto como “el comportamiento del final de botella” de Max. Esto proclamaba la necesidad de movernos hacia el siguiente nivel de dosis.

Escepticismo
Después de unos meses, los cambios en Max eran bastante evidentes. Sin embargo, siendo científicos, Steve y yo estábamos naturalmente un tan escépticos acerca de la situación. ¿Cuál es el remedio que estaba cambiando a Max? ¿Cuál es nuestra propia expectativa y actitud al respecto Decidimos conducir una simple y, lo admitimos, no muy rigurosa prueba. Durante dos semanas, haría observaciones diarias acerca de Max y las escribiría. Steve le daría a Max su dosis matinal, cambiando la dosis de un nivel a otro, sin que yo tuviera conocimiento. La botella estaría escondida. Sinceramente, esperaba que Steve cambiara la dosis tempranamente en el periodo de dos semanas. Cada día realicé mis observaciones y las anoté, straining en observar el repentino cambio, el cual nunca observé. Sin embargo, en el penúltimo día del experimento, sucedió – noté una repentina mejoría en el habla de max. Y, de hecho, Steve había cambiado la dosis tres días atrás.

En consecuencia, nuestro escepticismo acerca del milagro que estaba sucediendo ante nuestros ojos no era tan inusual. Durante los años pasados, he observado varias curas homeopáticas impactantes. En tales casos donde el verdadero simillimum había sido encontrado, el proceso curativo es usualmente tan natural y gratificador que parece que la persona está “mejorando” por sí sola. Por supuesto, esto es los que sucede; un remedio habilita al cuerpo a sanar por sí solo. No “hace” algo al cuerpo en la forma que lo hacen los fármacos alópatas. No obliga un cambio químico, de tal forma que el cuerpo no se siente forzado. Por esta razón, una persona que está acostumbrada a la acción de medicinas alopáticas frecuentemente pensará que un remedio no tuvo ningún efecto; ellos sentirán que simplemente se “sintieron mejor”. O ellos pueden atribuir que la cura fue otra cosa. Pero en realidad, una apropiada selección del remedio en la dosis apropiada debe ser tan benigno y efectivo que la persona simplemente siente que sencillamente mejoró.

Por supuesto, existen también situaciones donde un remedio inapropiado o una dosis inapropiada se recetan. En estos casos, una persona sentirá ya sea que nada ha pasado, o, si esta es sensible al remedio, que algo no placentero existe en ellos. Por ejemplo, mi madre en una ocasión experimentó una semana de fiebre leve recurrente que empezaba una hora después de haberse tomado un remedio recetado a una dosis alta. En otra ocasión, me puse a llorar debido a unas cebollas cocinadas que habían sido tiradas por equivocación. Desconcertada por la forma en que estaba reaccionando, repentinamente pensé, “¡Por supuesto! Tomé una alta dosis de Ignatia (un remedio para la aflicción) ayer”. Ahí estaba, realizando una prueba personal en torno a Ignatia, afligida acerca de unas cebollas desperdiciadas.
De manera interesante, las personas frecuentemente no atribuyen tampoco estos efectos negativos a un remedio – estos no se sienten como los efectos secundarios de los fármacos alópatas. Afortunadamente, tales reacciones usualmente desaparecen pronto después de que un remedio se discontinúa o se ajusta su potencia. Sin embargo, tal fenómeno demerita la importancia de un tratamiento guiado por un homeópata entrenado.
Debido a que la cura de Max pareció tan natural y sucedió de una manera bastante gradual, pareció a muchos de nuestros amigos y familia que solamente salió de su estado autista al crecer y madurar. Pero todos nosotros que lo veíamos diariamente – Steve, Isaac, nuestra niñera, nuestra sirvienta, Donna, y yo – vimos la relación directa entre los cambios de dosis y sus mejorías de conducta. Donna, la cual es extremadamente experimentada con niños como Max, repetidamente aseguraba que lo que estaba sucediendo con Max no era muy típico. Cuando él estuvo claramente mejor, después de un año de dosis diarias (al punto que discontinuamos todos los remedios), me confió que Max habia sido autista. Ella dijo que había visto a niños autistas mejorar anteriormente, pero no salir del autismo como Max. De hecho, nuestro pediatra hizo la misma confesión. Una vez que él estaba mejor, ella admitió que el había sido autista. Ella estaba bastante sorprendida con el cambio sucedido en él. Muchos años después, cuando llevé a los niños a una revisión de rutina, ella comentó que estaba todavía impresionada con lo que había sucedido con Max.

Osteopatía, Reiki, y Oración
Seis meses después de haber empezado el Carcinosin, Max continuó mejorando en su habilidad de hablar y entender lenguaje. Su conciencia social también mejoró. Sin embargo, mucha de su inquietud y comportamiento social distante permaneció. Cuando él tenía cuatro años de edad, cerca de seis meses después de haber empezado el tratamiento homeopático, llevé a Max para ser revisado por un Osteópata tradicional bajo la recomendación de John. A pesar de que la mayoría de los Osteópatas en los Estados Unidos (con credencial D.O.) fungen como alópatas, un Osteópata tradicional cura a través de técnicas manipulatorias. Una de las metas del tratamiento es balancear y liberar el flujo del fluido cerebro espinal, mediante suaves, a veces imperceptibles, masajes del cráneo, espina dorsal, y el sacro.
Max tuvo tres sesiones de tratamiento osteopáticos en un mes, seguido por un tratamiento ocasional después de algunos meses. Después de su primer evaluación, el Osteópata sintió que Max tenía signos de compresión craneal, la cual el podía corregir. Mientras que el remedio homeopático tenía su efecto primario en su producción de lenguaje, comprensión, y conciencia social, la osteopatía creó en Max el primer gran cambio en su deseo por afecto físico. Pareció también en crear un efecto tranquilizador en el, apaciguando ese sentido interno de intranquilidad.
La noche después de su primer tratamiento osteopático, Max se sentó en mis piernas y dijo, “!Mamita, cántame ‘Rock A Bye Baby’!”. A pesar de que el no me rechazaba, esta era la primera ocasión que el directamente me solicitó por este tipo de atención física amorosa. Desde ese momento, Max continuó haciéndolo. Pronto él empezó a escabullirse en la cama conmigo en la mañana y acurrucándose al momento de dormirse por las noches. El también empezó a correr hacia mi esposo o conmigo cuando partíamos de casa para asegurarse que recibiera un beso adicional de despedida. ¡Que cambio del “retraído” Max!.
Durante el proceso de curación, también rogué por Max constantemente. Cuando los tiempos estaban particularmente difíciles, iba a su cuarto mientras él estaba dormido y utilizaba un tipo de terapia de contacto físico llamada Reiki [Stein]. Realmente creo que los efectos de la oración y curación han probado sus benéficos efectos tanto en casos que varían desde una operación de corazón abierto hasta en el SIDA [Targ]. Muchas enfermeras se están entrenando en el uso de tales técnicas y están empezando a utilizarlas en los hospitales. En mi propia experiencia, osteopatía, trabajo energético, y la oración trabajan maravillosamente con el tratamiento homeopático. Ellos parecen complementarse, potenciando sus benéficos efectos entre sí.

Reuniendo a la Tropa.
En el otoño de 1995, después de nueve meses del tratamiento homeopático, Max empezó su segundo año en la escuela Montessori. En este momento, su lenguaje definitivamente se había convertido en más complejo, espontáneo, y fluido. Donna lo evaluó de nuevo y encontró que se estaba emparejando con el nivel correspondiente a su edad. Ella decidió discontinuar la terapia, pero mantenerlo “en los registros” el tiempo necesario para que siguiera siendo elegible en recibir educación especial.
Ahora que Max estaba hablando, el también estaba intentando relacionarse socialmente con otros niños. Pero él estaba retrasado. Habiendo empezado tan retrasado, él era torpe en sus intentos iniciales de interacción social. El era obstinado y lloraba demasiado fácil cuando no lo conseguía a su manera. Para obtener atención y aceptación, el frecuentemente recurría en exceso a zonzas “pláticas de baño”. Por supuesto, como padre, estaba sorprendida que él estaba empezando a involucrarse con otros niños. Pero la escuela no era muy colaboradora. Ellos habían marcado a Max como un niño silencioso y no les gustaban los cambios que vieron en él. Ellos no le dieron el apoyo en su rara transición de un niño socialmente retraído a una aceptación social y comprensivo. Uno de sus maestros me dijo, “Max era antes un niño tan agradable. ¿Puede usted cambiarlo a la manera que era antes?”.
A pesar de que difícil cambiar de escuela a mediados del año escolar y tolerar la actitud de su maestro, había aprendido para ese entonces que el no cambiar para satisfacer las necesidades de Max detendrían su progreso. Era el tiempo oportuno para realizar algún cambio de escuela. Así que, cuando Max tenía cuatro años y medio, encontramos una nueva escuela para él – una escuela mas orientada a socialización que seguía el estilo Montessori, pero no era tan estricta. Sus nuevos maestros no tenían pre-concepciones ni prejuicios hacia él, y fácilmente ayudaron en la adaptación de Max. En unos cuantos meses él conocía a todos en la escuela, estaba interesado en lo que estaba sucediendo a su alrededor, tenía un par de amigos, y estaba teniendo reuniones de juego.

Durante ese año escolar también hicimos unos cuantos cambios adicionales en nuestro hogar. Cuando nuestra niñera decidió dejar su posición para lograr su sueño de convertirse en estilista de belleza, Steve y yo decidimos dejar de utilizar niñeras, optando a cambio por una guardería tres veces a la semana después de la escuela. Este cambio tuvo muchos efectos secundarios benéficos en nuestra familia. Por este motivo, finalmente empezamos a comer la cena juntos cada noche como familia. Dado el caótico itinerario de familias con ambos padres que trabajan, la tradición familiar de tomar los alimentos juntos ha desaparecido en muchos de los hogares Americanos. El retomar hacer lo anterior, creó un sentido de mayor coherencia y estabilidad en nuestras vidas. También aseguró una mejor dieta para nuestros niños.

Ajustes del Remedio, y un Indicativo de Daño debido a las Vacunas
Para finales de 1995, se volvió más evidente que Max estaba siendo agravado mas que ayudado por su remedio. El estaba consistentemente mas hiperactivo y en retroceso. Empezamos a reducir la frecuencia de su dosis, pero el agravante permaneció. Finalmente, en Enero de 1996, un año después de haber empezado el tratamiento homeopático, lo detuvimos por completo.

De manera consistente, de la misma forma en la cual Max tuvo marcadas mejorías mensualmente con el cambio de dosis, retirando el remedio ahora redituó en un gran aumento en su lenguaje y habilidad social. Este cambio a favor continuó por cerca de cuatro meses hasta que se estabilizó. Max se tranquilizó y su verdadera personalidad empezó a emerger de manera enérgica. El es un entretenedor. El es sociable y sensitivo. A pesar de que él era inmaduro todavía en ese momento, él estaba adelantado de sus compañeros académicamente. El era respetado y agradaba tanto a sus maestros y compañeros de clases. En Mayo de 1996, Donna evaluó de nuevo a Max. ¡El resultó estar adelantado a su edad! Un día en el que Steve y yo gustosamente firmamos documentos para liberar a Max de su elegibilidad para recibir educación especial, Donna le dijo al representante de servicios sociales del condado que no había sido su terapia la cual había hecho truco en él; había sido la homeopatía. Ella también invitó a John y a mí a presentar el caso de Max en su clínica, lo cual hicimos ese verano.

Max tenía casi en ese entonces cinco años de edad, era tentador par mí y Steve el creer que el ahora había sido curado totalmente. Sin embargo, John estaba menos seguro, y resultó que el tuvo la razón. Existían todavía vestigios de su anterior autismo, a pesar de que estos no eran realmente aparentes. Por ejemplo, su producción de lenguaje continuó un tanto extraña en ocasiones. En momentos de estrés (por ejemplo, cuando estaba enfermo), el se retraía y utilizaba la ecolalia como una estrategia del lenguaje.

Pero en general, Max estaba funcionando extremadamente bien. El se “enganchaba” en discusiones reales con la familia y amigos. El solicitaba explicaciones acerca de su cuerpo y entorno. El contaba historias acerca de su día en la escuela y acerca de programas de televisión. El estaba también fascinado con juegos de fantasía y vestirse. Max inclusive era popular en la escuela, con niños corriendo hacia él para saludarlo. El era capaz de ajustarse fácilmente a nuevas situaciones sociales durante el verano de 1996, listo para adaptarse a dos nuevos campos de veranos. Max también se había convertido en un ávido lector – otra consecuencia del Carcinosin. Antes de que él empezara el jardín de niños el ya podía leer libros del Dr. Seuss.
Sin embargo, para el final del verano de 1996, empecé a notar un leve retroceso en el lenguaje y conciencia social de Max. También ocurrió que era el momento de su revisión de los cinco años de edad con su pediatra. Y por primera vez, rechacé las inyecciones de rutina. A la edad de cinco años, es costumbre administrar todas la vacunas – sarampión, paperas, y rubeola (MMR), difteria, pertussis, y tétanos (DPT), y polio. Habiendo leído acerca del posible nexo entre el autismo y el daño ocasionado por las vacunas, no quería “correr riesgos”. Nuestro pediatra no discutió conmigo acerca de mi decisión. Pero ella me convenció de darle a Max la vacuna de tuberculosis (TB) la cual es un requerimiento para entrar al jardín de niños en California – ahora administrada como una inyección en lugar de la antigua prueba de pinchamiento.

Infortunadamente, la inyección provocó una marcado agravio y deterioro en el estado de Max. Durante la siguiente semana, el se puso más sensitivo, llorando sin razón aparente. Los maestros en el campo y la escuela remarcaron el cambio en él. El se había puesto más retraído y temeroso. El no era el tradicional “él”. Esta reacción me hizo reflexionar si, de hecho, las vacunas habían sido la raíz de los problemas de Max en primera instancia. Años después, descubrí otro indicativo acerca de esto. Después de haber administrado una dosis de MMR solamente una semana después de haberse recuperado de roseola – una enfermedad relacionada con el sarampión. Quizás él había estado en un estado comprometedor. De hecho, la vacuna MMR ha sido altamente relacionada en “disparar” el autismo [Wakefield].

Afortunadamente, después de intentar con un par de remedios, nuestro homeópata simplemente sugirió que regresáramos al Carcinosin. Después de una dosis simple, Max estaba de regreso en unas cuantas horas a su estado normal. Respiramos en señal de alivio. Max retomó el remedio y lo mantuvimos durante otros ocho meses, de nuevo cambiando el nivel de las dosis alrededor de cada mes. De nuevo vimos el característico comportamiento de respuesta mensual. Después de ocho meses, en Marzo de 1997, inmediatamente identifiqué consistentes agravantes y detuve el remedio. Una vez más, esto fue seguido por un largo período de notable mejoría.

Un Continuo Proceso
Desde ese tiempo, Max no ha necesitado dosis diarias de Carcinosin. Tal como el resto de nuestra familia, él visita nuestro homeópata y osteópata cerca de dos veces al año, cuando la necesidad se presenta. En ocasiones él recibe un remedio para tratar problemas leves de comportamiento y emocionales que emergen. En ocasiones él recibe un remedio cuando tiene una infección o virus y necesita un poco de ayuda adicional para sobrepasarlo. Lo mismo sucede conmigo, y nuestro hijo Isaac. Todos estamos en un continuo proceso de sanación y crecimiento.

En el otoño de 1997 sentí que Max estaba listo para dejar la escuela Montessori. A la edad de seis años, él entró al primer grado a la escuela privada a la cual Isaac asistía. Desde ese entonces le ha ido bien a Max tanto académica como socialmente. El es un compañero de corazón abierto, sensitivo, y de alguna manera un comediante que disfruta dibujar y el arte (el está especialmente aficionado a las raras y enigmáticas pinturas de M.C. Escher), jugando juegos de computadora, leyendo libros de fantasía y ciencia ficción, y escribiendo e ilustrando sus propios relatos de ciencia y ficción.

Pero como todos los niños, Max está creciendo y ocasionalmente necesita apoyo social y homeopático. Cuando estaba en el segundo grado, comentarios de sus maestros nos alertaron en el hecho de que el todavía estaba teniendo algo de dificultad para procesar entradas auditivas. Por ejemplo, en ocasiones él perdía parte de las instrucciones orales o puntos clave en historias, especialmente cuando estas eran leídas en forma alta a la clase. Siendo bastante sensible al desapruebo, Max tendía a encubrir estas deficiencias y no solicitaba ayuda o clarificación de su maestro. El resultado era en ocasiones una asignación excelentemente ejecutada o un ensayo, pero escrito en el tema equivocado. Los maestros estaban desconcertados. El comportamiento afectivo de Max era bastante normal y su ejecución de las tareas era siempre excelente si había entendido lo que se esperaba de él. Parecía existir algo extraño para ellos.
Usted verá, hasta este entonces, no le había mencionado a ninguno de sus maestros acerca de su anterior autismo. No quería predisponerlos al respecto de ninguna manera. Y quizás también yo quería olvidarme al respecto. Cuando estas nuevas cuestiones aparecieron, les platiqué la historia de Max a los maestros. Como resultado, ellos trataron de proveerle  instrucciones visuales y escritas cuando era necesario, y ocasionalmente lo revisaban para asegurarse que había comprendido la asignación de la clase. El efecto obtenido fue excelente.

Max ahora lo está haciendo bien en su vida. Después del tercer grado, sus problemas de procesamiento auditivo parecen haber desaparecido, gracias al constante tratamiento homeopático. Sus maestros ya no reportan ningún problema al respecto. Hoy en día su comportamiento, conductas, y diarias interacciones con sus amigos y familia no son de ninguna manera autista. Es un sociable compañero con sus amigos, y un excelente estudiante trabajador para su edad y nivel escolar. El toma lecciones de piano y tenis. El asiste a campamentos de verano, incluyendo un campamento con duración de un mes. El es un tanto resistente con su grupo, siempre capaz de defenderse con cierto tipo de humorismo y encanto. El es también una apacible alma, amado por sus maestros. Por supuesto, él continúa teniendo sus problemas, como cualquier otro niño. Pero continuamos trabajando con estas y Max continúa mejorando. Invariablemente, su espíritu y talento brilla sin limitaciones. Max ya no es autista, pero sigue siendo un “talentoso, muy” niño.

¿Por qué Autismo?
            De acuerdo con la Sociedad Americana del Autismo, entre 500,000 y 1,500,000 Americanos hoy en día tienen alguna forma de autismo. Y el número está en aumento. Observe en su comunidad – los casos de autismo están apareciendo por donde sea. Cada día escucho acerca de más casos de esta condición considerada en alguna ocasión como increíblemente rara y dolorosa. En un declaración al Congreso en 1999 apoyada por la Central Missouri District School Nurse Association, Patti White, R.N., estimó que la tasa de desordenes del tipo autista se había incrementado en su distrito de 1 en 10,000 a 1 en 150 [White]. Un reporte del gobierno de California en 1999  también encontró un alarmante aumento en el número de casos de autismo en ese estado [AutismCalifornia]. De hecho, en el 2001, el Departamento de Salud de los Estados Unidos reportó que la incidencia del autismo esta en aumento a una tasa de más del 20% por año [Herald].

¿De dónde proviene esta alarmante tendencia? Como se mencionó anteriormente, una explicación psicológica que se ha propuesto es la caprichosa reacción a la proteína de la leche. Dos estudios conducidos en la Universidad de Florida [Ross, Sun1, Sun2] han encontrado que algunos individuos autistas y esquizofrénicos pueden tener deficiencia en su habilidad de desdoblar las proteínas encontradas en la leche, posiblemente debido al mal funcionamiento enzimático.

Ahora obviamente, el reciente dramático aumento del autismo no puede simplemente atribuirse a la leche – algo que los niños han consumido desde siempre. Lo que ha cambiado es la habilidad de estos niños de asimilar la leche. En efecto, varios estudios y libros han correlacionado directamente el aumento del autismo – de hecho, el propio fenómeno autista – con la introducción del programa Americano de vacunación. Los reportes más antiguos de casos de autismo reportados en los Estados Unidos fueron en 1943, ocurridos en familias influyentes – las familias las cuales pudieron ofrecer a sus niños los beneficios de la medicina moderna, incluyendo las vacunas [Coulter90].

Desde entonces, la situación ha ido solamente empeorando. Es hoy un hecho incontrolable que la incidencia del autismo, ADD, y otros desórdenes del comportamiento y aprendizaje han aumentado estrepitosamente durante los pasados veinte años, junto con un agudo aumento de alergias severas y otros varios tipos de desordenes auto inmunológicos. El aumento ha ocurrido a la par del aumento y obligatorio uso de inmunizaciones para prácticamente cada una de las enfermedades infantiles. De hecho, el número de diferentes antígenos de enfermedad (los constituyentes de las vacunas que accionan la respuesta inmune) que son recomendadas para los niños para el tiempo que tienen cinco años de edad se ha triplicado en las últimas dos décadas [MercolaVaccine].
¿Puede esta correlación entre el aumento de las vacunas y el aumento en desordenes inmunológicos y del comportamiento, ser explicados científicamente? Algunos científicos están empezando a creer que el fenómeno puede ser explicado por el hecho de que las vacunas estimulan un área diferente del sistema inmune (el humoral o función Th2). Como resultado, puede ser la sobre estimulación de la función Th2 del cuerpo (por un constante aumento de vacunas) la que puede estar causando caprichosas respuestas auto inmunes [Incao]. Otra teoría popular es que varios ingredientes de las vacunas – el mercurio, en particular – son la causa.

Cual sea la explicación, la gente está empezando a tener informes. La declaración de la enfermera de Missouri, Patti White, asevera que sus sospechas son las ahora populares vacunas contra la hepatitis B. En alguna ocasión una defensora de las vacunas, White, ha observado un dramático aumento en problemas de conducta en la edad infantil en su distrito escolar, así como asma, diabetes, y otras enfermedades crónicas, desde que la vacuna para la hepatitis B fue obligatoria en infantes en 1991 [White]. El Autismo y otros problemas de conducta han sido también ligados a la vacuna DPT, debido a convulsiones o inflamación cerebral que ocurren horas o días después de haber recibido la vacuna [Coulter]. Mas recientemente, la vacuna MMR ha sido implicada en un estudio inglés realizado por Andrew Wakefield. Esta vacuna presumiblemente causa problemas intestinales anormales en niños autistas, y también es sospechosa de desencadenar la enfermedad de Crohn”. A pesar de que el estudio de Wakefield se ha enfrentado a la crítica que uno puede esperar por tal resultado científico no muy popular, sus sospechas acerca de que la vacuna MMR ha sido apoyada por otros estudios. Por ejemplo, el investigador Americano V.K. Singh ha encontrado evidencia que el autismo puede ser un desorden de auto inmunidad del cerebro que ha sido desencadenado por la vacuna MMR [Singh]. Hoy en día, muchos padres dentro de la comunidad Americana y Británica autista siente que esta vacuna, en particular, es la culpable de la condición de sus niños. He llegado a creer que este fue el caso de Max también.

Será un impactante y triste día cuando nosotros como sociedad admitamos a nosotros mismos que, en nuestro esfuerzo de evitar enfermedades infantiles (muchas de las cuales usualmente son benignas), o innecesariamente proteger a recién nacidos de enfermedades primordialmente encontradas entre usuarios de drogas intravenosas (hepatitis B), podemos estar inadvertidamente mutilando de por vida a muchos de nuestros niños, tanto física como mentalmente.

Afortunadamente, la homeopatía tiene un antiguo y exitoso historial en reparar el daño ocasionado por las vacunas. También ha sido exitosa en curar (no solamente mitigando) las alergias, asma, y problemas de conducta que pueden ser resultado de este daño. El caso de Max es un caso que señalar. Existen remedios Homeopáticos que están disponibles para tratar y prevenir las mismas enfermedades infantiles que las vacunas están intentando prevenir. Por la tanto, la  homeopatía no provee solamente una herramienta de curación, sino también es una forma alternativa de tratar con las enfermedades que las vacunas están diseñadas en prevenir.

El Camino de Curación
La cura de Max fue un milagro. No hay todavía un día que pase sin que le dé las gracias a Dios por haber salvado a Max y al resto de mi familia de lo que pudo haber sido un resultado trágico. Pero la curación de Max no ocurrió sin sus altibajos. Invariablemente, sobreponerse de un problema tan serio como el autismo es un proceso que lleva tiempo.

En retrospectiva, me doy cuenta que fuimos tremendamente afortunados en encontrar el remedio perfecto de Max inmediatamente. Debido a que fuimos capaces de observar al menos un poco de progreso durante la sanación de Max, fue fácil mantenernos en el proceso. Con mucha frecuencia, sin embargo, lleva tiempo al homeópata encontrar un buen remedio para un paciente. Esto es especialmente cierto en casos complejos o crónicos. El resultado neto puede ser un tipo de tendencia curativa en forma de “zigzag”, un gradual y tortuoso retorno de la salud. Después de todo, un homeópata no puede hacer mas que intentar igualar los síntomas actuales de un paciente a los que mejor se amoldan de los remedios que ellos tienen disponibles.

Por supuesto, existen ocasiones cuando una cura milagrosa ocurre rápidamente. Lo he visto yo misma. Pero usualmente, el camino en la curación de una enfermedad crónica no es tranquilo. Pueden haber períodos de agravación los cuales hay que soportar y modificar la dosis y el remedio a utilizar. Lleva paciencia, perseverancia, y demasiada educación en la homeopatía para cooperar efectivamente con el médico homeópata y acostumbrarse a los altibajos a lo largo del camino.

No olvide, un homeópata necesita conocer muchos síntomas – incluyendo aquellos que son muy particulares – para hacer una buena prescripción. Sin un total entendimiento del estado físico, mental y emocional de la persona, un homeópata solamente podrá trabajar superficialmente y podrá tener un impacto superficial en la salud del paciente. Aun cuando todos los síntomas relevantes sean conocidos, es frecuentemente difícil interpretar el caso correctamente y encontrar el simillimum. Debido a esto, la práctica de la homeopatía, como muchos otras terapias de curación holísticas, es un arte que requiere años de experiencia y dominio. En casos difíciles, aun el más experimentado homeópata puede necesitar algo de tiempo para entender a un paciente lo suficiente para encontrar el camino hacia su curación.

Desde que publiqué mi artículo original acerca de la cura de Max en 1998 [Lansky],  he sido contactada por muchos padres de niños autistas de todo el mundo. Recientemente, un padre llamó diciéndome que debido a este artículo,  el ha buscado tratamiento homeopático para su hijo autista – y que su hijo ahora se está recuperando. Esa llamada telefónica hizo que todos mis esfuerzos por esparcir el caso de Max valieran la pena.

Sin embargo, en muchas de mis conversaciones con estos bloqueados padres, he descubierto un montón de resignación y fatalismo acerca de la condición de su hijo. A pesar de pasar horas en el teléfono o correo electrónico con ellos, asegurándoles que el autismo ha sido curado en el caso de Max y haber sido tratado satisfactoriamente en otros casos también [Herscu-Aut], la mayoría de los padres no le han dado a la homeopatía una completa oportunidad. En un caso, una madre procuró un homeópata y obtuvo un remedio para su hijo, pero estaba demasiado temerosa de dárselo. En otros casos, los padres discontinuaron el tratamiento después de un mes, ya sea debido a que no observaron suficientes efectos del remedio, o debido a que estuvieron asustados por las agravantes.
De estas experiencias he aprendido una lección proverbial – “usted puede guiar a un caballo al agua pero no puede hacer que se la tome”. Es mi expectativa que, en los casos de los humanos al menos, adicional educación pueda llevar a un conocimiento de la necesidad de tomarse el primer trago y mantenerse tomándolo. Ese es el porqué continúo compartiendo la historia de acerca de la cura de Max y el porqué hace poco tiempo escribí un libro al respecto de este asombroso sistema médico [LanskyBook].

Si unos llegan con un homeópata debido a que están sufriendo una persistente enfermedad crónica, ellos deben otorgarle tiempo al homeópata – al menos seis meses – para encontrar un buen remedio y régimen de dosis. De hecho, si un doctor alopático ha dicho que una condición es incurable, ¿por qué las personas se sorprenden o desaniman cuando no son curados inmediatamente y fácilmente por un homeópata?. Con mucha frecuencia las personas toman alternativas como la homeopatía cuando han perdido la esperanza por completo, y ellos esperan que suceda un milagro de la noche a la mañana. Pero la curación usualmente lleva tiempo.

También requiere confianza. En el caso del autismo y otras enfermedades infantiles severas, los padres frecuentemente se ponen temerosos y desalentados, y es algo entendible. Es muy difícil para ellos verdaderamente aceptar la enfermedad de su hijo. Es aún más difícil para ellos cultivar una actitud de confianza y crédito de que su hijo será curado. En muchos casos, es muy difícil para ellos enfrentar la potencial decepción de un tratamiento fallido. ¿Pero qué es peor? Decepción, o ¿una vida entera de tratar a un niño discapacitado?

Creo que es una actitud de aceptación cariñosa aunado con la confianza en la cura, lo que es la clave para la recuperación de cualquier persona. He leído que no son los luchadores los que se recuperan del cáncer. Por el contrario, son aquellos individuos que son capaces de aceptar su enfermedad y sus efectos, y aun así mantener confianza de que ellos llegarán al otro lado de la misma. Un difícil estado mental por lograr – ¡no hay duda al respecto!. Mientras que la aceptación de la enfermedad se logre por alguien, si no sucede junto con la confianza de que se curará, puede en ocasiones ocasionar enfermedades psicológicas. Cuando esto sucede, la positiva intención que adopta el proceso curativo puede ser desencarrilado.
Por ejemplo, he conocido unos padres los cuales se han convencido de que sus hijos están bien siendo autistas. A pesar de que esta actitud puede hacer sentir bien al padre relativo a su situación, no ayuda en nada al niño en recuperarse. ¡Ciertamente, sus hijos estarían mejores si no fueran autistas! Si queremos que nuestros hijos (o nosotros mismos) se recuperen, es imperativo que nuestro amor y aceptación sea en conjunto con una visión interna de recuperación. Creo que esta conjunción de actitudes puede ser la más simple fuerza poderosa para lograr la cura – la segunda más poderosa, por supuesto, prescribir un correcto remedio homeopático.
Ser un paciente homeopático es invariablemente una travesía hacia el crecimiento. Es una transformación, no un paliativo; un potencial cumplimiento y retorno a una funcionalidad normal, no una operación de “cortar y pegar”. Puede necesitar esfuerzo, pero la cura (contrario a una indeterminable paliación o supresión)  vale la pena hacer el esfuerzo. Requiere conocimiento de nuestros síntomas y deseo de divulgar todos los aspectos acerca de uno mismo hacia el homeópata. Requiere una actitud de “aferrarse en algo”.

Espero que la historia de Max haya también ilustrado otro punto – la necesidad de adaptarse a la mejoría y crecimiento a medida que ocurre. Debido a que una persona que se someta a un tratamiento homeopático puede cambiar de manera fundamental, es importante realizar cambios en el estilo de vida para amoldarse al cambio. En el caso de un niño, esto puede requerir cambiar la escuela y tipo de cuidados. En un adulto, el moverse hacia la salud puede causar cambios en el trabajo y las relaciones. Después de todo, con el fin de realmente sanar, una persona debe frecuentemente reparar otras circunstancias que contribuyen a su enfermedad.

Finalmente, la homeopatía es idealmente una cuestión de familia. Por un lado, la curación de un niño puede realmente depender de la habilidad de los padres en cambiar y mejorar también. Del mismo modo, la curación de un niño puede liberar la energía de la familia de tal forma que otros miembros de la familia puedan desarrollarse a su propio potencial. Al final de todo, la homeopatía puede mejorar la dinámica completa de la familia, debido a que se pone a rodar un ciclo de cambio y crecimiento. En nuestra familia, una vez que Max había mejorado, Steve y yo fuimos capaces de trabajar en nosotros y nuestro matrimonio. Eventualmente, Izzak fue capaz de expresar sus necesidades y ser atendidas también. Y el ciclo aún continua. Espero que al haberle platicado nuestra experiencia le haya servido a usted, su familia, y nuestra sociedad para encontrar una verdadera curación. Porque la curación es posible.

Referencias
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